Durante siglos y siglos, alcanzar la vejez fue una auténtica excepción. Sin embargo, desde hace algunas décadas, en varias sociedades -incluida la mexicana-, llegar a viejo dejó de ser un privilegio. Hoy, para el género humano, el envejecimiento y la vejez son ya fenómenos generalizados, tendencia que habrá de consolidarse a la luz de la revolución de la longevidad. Por eso el lema del Instituto Nacional de Geriatría es, precisamente, "Por un envejecimiento sano y activo".

De acuerdo con la propuesta de la Organización Mundial de la Salud, el envejecimiento activo es "el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen. Esto es cierto tanto para individuos como para grupos poblacionales" (OMS).

Aquí, el término "activo" se refiere a que los adultos mayores participen de manera continua, ya sea como individuos o en grupo, en los aspectos sociales, económicos, culturales, espirituales y cívicos en los que están inmersos.

El envejecimiento sano y activo no se limita a realizar ejercicio físico o trabajo remunerable. El investigador Alan Walker, por ejemplo, propone siete componentes:

  1. Contribuir al bienestar individual, familiar comunitario y social
  2. Prevenir enfermedad, discapacidad, dependencia y pérdida de habilidades
  3. Participar en la medida que lo permitan las condiciones físicas, psicológicas y sociales de cada persona (incluidas las que son frágiles y dependientes)
  4. Mantener y fortalecer la solidaridad intergeneracional
  5. El derecho a la protección social, educación y capacitación a lo largo de la vida implica la obligación de aprovecharlo para ejercer de manera más eficiente el envejecimiento activo
  6. El empoderamiento en el envejecimiento activo implica adquirir conocimiento para asumir la responsabilidad del rol social de viejo activo
  7. Considerar los elementos locales y la diversidad cultural en el concepto de envejecimiento activo

El envejecimiento humano es un proceso gradual y adaptativo, caracterizado por una disminución relativa de la respuesta homeostática [equilibrio que le permite al organismo mantener un funcionamiento adecuado], debida a las modificaciones morfológicas, fisiológicas, bioquímicas y psicológicas, propiciadas por los cambios inherentes a la edad y al desgaste acumulado ante los retos que enfrenta el organismo a lo largo de la historia del individuo en un ambiente determinado.

En términos generales, se acepta que el envejecimiento inicia temprano en la vida y que los cambios biológicos relacionados con él aparecen de manera asincrónica en distintos aparatos y sistemas. En algunos organismos es posible detectar desde muy temprano los primeros indicios de lo que será su envejecer (Yirka, 2014). Ello puede traducirse en vulnerabilidad a la presencia de enfermedades crónico-degenerativas, cuya prevalencia se va acrecentando conforme aumenta la edad. Por otra parte, el proceso de envejecimiento no está condicionado únicamente por características biológicas, pues también existen patrones sociales, culturales y ambientales que claramente intervienen. (Mendoza-Núñez y Martínez Maldonado, 2013) (Gutiérrez Robledo, 2010).

El envejecimiento saludable es, a su vez, el proceso mediante el cual las personas adultas mayores adoptan, adecuan o fortalecen estilos de vida que le permiten lograr el máximo de bienestar, salud y calidad de vida a través de las estrategias de autocuidado, ayuda mutua y autogestión, utilizando de manera óptima las redes de apoyo social formal. Los estilos de vida que han demostrado tener un impacto significativo en la salud, bienestar y calidad de vida en la vejez son: una alimentación adecuada, ejercicio físico, periódico y seguro; higiene personal adecuada, sueño suficiente y reparador, recreación y alta autoestima (Mendoza-Núñez y Martínez Maldonado, 2013).

La vejez es la etapa de la vida cuyo inicio es determinado por cada sociedad. Actualmente, en los países en desarrollo como México se acepta como inicio de la vejez los 60 años, mientras que en los países desarrollados esa edad es a los 65 años. La vejez se define también como una construcción social tanto individual como colectiva que determina las formas de percibir, apreciar y actuar en ciertos espacios sociohistóricos. La vejez es consecuencia de las etapas que le antecedieron y refleja la biología, el contexto social, la visión y la actitud ante la vida de cada persona (Mendoza-Núñez y Martínez Maldonado, 2013) (Gutiérrez Robledo, 2010). En fechas recientes se ha introducido el concepto de edad "prospectiva" para referirse a la vejez como la etapa en la cual la esperanza de vida remanente es de tan sólo 15 años (Sanderson y Scherbov, 2007). Este concepto innovador replantea la perspectiva de lo que significa envejecer y nos lleva a tomar conciencia de que las consecuencias de la vejez son moduladas poderosamente por los determinantes económicos y sociales, pues es bien sabido que la esperanza de vida de las poblaciones guarda una estrecha relación con su PIB (World Health Report, 2008).


Los dividendos de la longevidad

Robert Butler y sus colegas se refirieron por primera vez a este concepto en el texto Pursuit of the Longevity Dividend, publicado en 2010. Ellos proponen que el esclarecimiento de los mecanismos que permitirían hacer más lento el proceso de envejecimiento biológico contribuirá a extender la esperanza de vida en salud de manera más significativa que el enfoque enfocado a las enfermedades, que es el que actualmente prevalece.

Por ello, el Instituto Nacional de Geriatría consagra una parte importante de sus esfuerzos al desarrollo de la investigación en biología del envejecimiento, con un enfoque interdisciplinario en el abordaje del estudio de la enfermedad crónica al envejecer, reconociendo que el principal factor de riesgo para muchas de las enfermedades crónicas no transmisibles es precisamente la edad.